El doctor Meins era un hombre astuto y precavido, que sabía que su vida estaba en peligro. Desde hacía años se había escondido en un remoto pueblecito de la sierra andorrana, donde se hacía pasar por un modesto profesor de química en una escuela local. Pero su pasado lo había alcanzado y el enemigo ya estaba cerca.

Consciente de que no tenía tiempo que perder, el doctor se apresuró a preparar su huida y a esconder el antídoto que había desarrollado. La fórmula era valiosa y su descubrimiento podría significar la salvación de muchas vidas, por lo que tenía que protegerla a toda costa.

Para ello, transformó su modesta aula en un ingenioso escondite, diseñado para mantener a salvo el antídoto y ocultarlo de aquellos que lo buscaban. Creó un laberinto de acertijos y mecanismos, cuidadosamente escondidos y protegidos por códigos y claves que sólo él conocía.

El doctor sabía que la única forma de llegar al antídoto era seguir las pistas que había dejado, resolviendo cada uno de los enigmas que había preparado. Pero advirtió que una vez que alguien entrara en su refugio, no habría vuelta atrás. Sólo aquellos que pudieran resolver todos los acertijos, podrían salir del aula y encontrar el antídoto.

Ahora, el doctor había huido y el tiempo corría en su contra. ¿Serían capaces los buscadores de resolver los enigmas y encontrar el antídoto a tiempo? El futuro estaba en sus manos y el destino de muchas personas dependía de su éxito en la búsqueda.